martes, 1 de diciembre de 2015

Su mente rota


Los pasillos eran cubos y las vistas, líneas rectas. La simetría de las farolas y lo perpendicular de sus pensamientos rompían en un árbol que no se atrevía a desnudarse, demasiado perenne para ceder a los encantos del otoño.

Solo a ratos podía asomarse a respirar el aire sucio de la ciudad, entre las rendijas de unas ventanas entreabiertas que le recordaban que había vida más allá de su mente rota.

Había pasado de largo hace ya veinte años y unos cuantos kilómetros el punto para partir de cero; y así seguía en la puerta giratoria de la cordura, arrastrando sus pies por no dar un paso en falso; y mucho menos en firme.


Ester Sinatxe
15-Nov-2015

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