domingo, 12 de octubre de 2014

Y otros destinos escritos


Me he acordado de la última vez que no me enamoré,
y se me ha roto el hígado.

Me he hecho un atillo con las medias sonrisas,
y me he encerrado en la maleta sin ruedas en la que arrastro la agorafobia.

Con sobrepaso del tiempo
he dedicado la mañana (y parte del futuro),
a esquivar aeropuertos y otros destinos escritos.

He abierto el cuaderno para viviseccionar imágenes,
y una nota de la autora
me advierte que ya debería haber pasado página.

Pero no puedo evitarlo. Lo llevo en la sangre.
Te hierro, porque soy humana.
Y he forjado cada palabra sobre el yunque de tu pecho.

Soy mi jaula.
Soy mi trampa.
Me abro de piedras en todos los caminos contra los que tropiezo
y acabo en el río, perdida.
Mojada,
bajo el tormento de tus manos fantasmas.

Ester Sinatxe.

sábado, 27 de septiembre de 2014

Ojo y Hoja


Ojo miró a Hoja. Hoja se quedó en blanco y no supo que decir; se fue volando con el viento. Ojo perdió la mirada buscándola en el horizonte.

Ester Sinatxe


miércoles, 20 de agosto de 2014

Creer para vivir






Se me ha metido un tictac en el ojo; sopla y derríbame la viga.

Sácame las castañas del hielo y arrópame cuando me despierte.

Eres fugaz, casi eterno, mi centauro de la armadura birllante. Galopa por los segundos y deja que los héroes se construyan su propio pedestal, que ya te armaré yo un busto en la Gran Vía, pieza por pieza.

Mírame directo a los ojos y hazte piedra.

Matemos el mito, hagamos leyenda.



Ester Sinatxe





domingo, 17 de agosto de 2014

Caminos de letras



Estamos hechos de textos incompletos, caminamos huyendo del punto y final.

Escribo porque quiero escribir
y quiero que me quieras por lo que escribo.
Y quererte y escribir.
Todo a un mismo ritmo,
en versos encadenados,
encabalgándonos a las vocales de nuestras bocas,
que hablan en besos de rima asonante.

Eres arte mayor.

miércoles, 9 de julio de 2014

Tarde o temprano





Cerró la maleta, y se sentó junto a ella en la cama, para observar por última vez aquella habitación.

En el tocador ya no había rastro de sus cremas, de sus pinturas, de sus pestañas postizas; en unos minutos tampoco quedaría rastro de su rostro en el espejo.

En el entreabierto armario, se asomaba el hueco que dejaba su ropa entre camisas y pantalones que colgaban lánguidos.

En las paredes, las sonrisas de las fotos enmudecían; supuso que ya poco quedaba en ella misma de aquella chica abrazada a su cuello.

En la mesilla de noche de Raúl, el cenicero guardaba las colillas de la discusión definitiva y un libro a medio leer reposaba junto a la lamparita; en su propia mesilla no quedaba indicio de su paso por allí.

Se levantó, bajó la maleta al suelo, y tardó en andar los pocos pasos que la distanciaban de la salida del dormitorio, lo que se tarda en romper una promesa.

Girar el pomo quemó la palma de su mano, abrasando tres años de la memoria de sus líneas.

Para salir de la que ya no era su casa, tenía que atravesar el salón donde Raúl vaciaba la segunda botella de Havana Club, con los ojos confundidos... Llevaba esperando meses que no llegase nunca este momento, el instante justo en el que Melisa, atravesaría aquella puerta blindada.

Ester Sinatxe.

martes, 27 de mayo de 2014

La mochila de Mara


Eso no era vida, se repitió por enésima vez a sí misma mientras se desmaquillaba. No era la primera vez que se miraba al espejo con ojos llorosos, vacíos, oyendo correr el grifo del lavabo tan lejano, tan ajeno a sus pensamientos, que parecía que observaba la escena desde la puerta del baño, sin querer reconocerse.
Llevaba un año sumergida en una historia que no tenía sentido alguno, que nunca debió empezar y que ya no sabía cómo parar. Las ideas daban vueltas en su cabeza, tan rápido, que tuvo que agarrarse con fuerza al lavabo para intentar parar el mundo, el tiempo y su agitada respiración. Para apagar sus sollozos.
Volvía a mirarse a sí misma desde fuera mientras insistía en el propósito de acabar con todas las mentiras, con ocultar sentimientos y esconder una doble vida que la apuñalaba una y otra vez.
Armando se había convertido en un todo para ella, era su amigo, su corazón y su perdición. Y otra vez la había dejado tirada en el último momento; otra noche más en la que, ya terminada de arreglar, había estado esperando cigarro tras cigarro a que él apareciera. Aquella noche en concreto era su aniversario, y como siempre se había estado engañando toda la tarde; emocionada se puso el modelito que había comprado para la ocasión, se maquilló convencida de que su querido Armando llegaría a buscarla a su hora con algún regalo y un ramo de claveles rojos y blancos; esta vez no faltaría a su encuentro porque él adoraba a su alma gemela y sería incapaz de lastimarla en un día tan señalado…
Se conocieron por casualidad, tomando café en el Starbucks de Plaza de España, en aquel lluvioso día de Septiembre; ella contemplaba las vistas que la segunda planta de aquel establecimiento ofrecían de su rincón favorito de Madrid, la amenaza de la llegada del otoño le habían impedido disfrutar de su capuchino con chocolate en el césped, como solía hacer durante el verano. Su cuaderno descansaba en su regazo mientras rebuscaba en las gotas que mojaban el cristal, palabras que rimaran con olvido.
Armando apareció de la nada, devolviéndola de golpe a la realidad; quería saber si el sofá en el que reposaban su abrigo y mochila de cuero estaba ocupado; parecía ser el único sitio libre del local. Retiró sus cosas para que aquel desconocido pudiera compartir mesa con ella. Como comenzaron a hablar no lo recordaba, pero sí podía describir perfectamente la sensación de desconsuelo que la invadió al fijarse en que el guapo y carismático caballero, que le estaba haciendo compañía, lucía un anillo en su anular.
Cuando él le entregó su tarjeta antes de despedirse con un “llámame algún día para tomarnos juntos otro café tan delicioso”, ella se juró romperla.
Dos días más tarde habían quedado para dar una vuelta por el centro de Madrid, él no hizo comentario alguno acerca de su estado civil, aunque en todo momento se percató de cómo Mara echaba miradas inquisitorias a su anillo. Mejor no decir nada, no prometer nada, mejor sólo disfrutar de aquellas horas en tan grata compañía. A la mañana siguiente, en su despedida, ella se volvió a prometer romper la tarjeta y él se aseguró de que ningún tipo de pacto se sellara con aquel beso.
Mara volvió a mirarse al espejo, a observarse desde fuera; a agarrarse al lavabo, preguntándose por qué no había roto la tarjeta. Un año después seguían juntos y en las noches que habían pasado juntos las conversaciones sobre el futuro se habían entrelazado con sus cuerpos.
Armando no siempre podía escaparse o tenía que abandonarla en mitad de la noche para volver con su mujer; contaba historias sobre lo mal que funcionaba su matrimonio, y aseguraba que de quien estaba realmente enamorado era de ella. Era capaz de detallar mil clichés más que le hacían sentir parte de una pésima telenovela sobre triángulos amorosos. Mara ya no buscaba palabras que rimaran en sus poesías y había dejado de ser feliz; ya no existía aquella grandiosa mujer capaz de mirar desafiante al destino y manejarlo a su antojo, era víctima de sus propias circunstancias que la dejaban sin fuerzas para luchar por algo que no fuera aquella supuesta relación.

Una vez que se terminó de desmaquillar, guardó su precioso vestido y se puso el pijama. Decidió empezar y acabar la botella de ron que había comprado para cuando regresaran de su cena; la vieja y reiterativo juramento de acabar con ese amor la martilleó toda la noche. Su alter ego que observaba silencioso desde la puerta dibujó una mueca en su cara, una especie de sonrisa condescendiente; sabía perfectamente que cuando Armando volviera a llamar, aquella borracha tirada en el sofá, volvería a vestirse con su mejor sonrisa y maquillarse con todas las promesas que nunca debieron hacerse.


sábado, 24 de mayo de 2014

No te quiero


No sos vos, ni sos nos, ni nada que se le parezca.
Y nada es nada y eso ya es algo, por mucho que te duela, nada ya es más que .
Y es que a cada reflejo hay que darle un espejo para poder verlo, y vos no sos ni sombra.

Algo fuiste y algo quisiste ser, pero te saltaste la lección de cómo conjugar verbos en presente.
Con jugar con palabras no es suficiente. (Y , tan autosuficiente, siempre sobresaliente en lenguas ajenas, te quedaste muy deficiente con tu 1+1 = demasiadas personas)

Sos una llamada de auxilio en el naufragio de tierra adentro.

Eres nada. "Y quien nada no se ahoga" decía mi abuela. Así que nada, que nada hay en este océano que nos separa. 



Ester Sinatxe.
(18-11-2013)

miércoles, 23 de abril de 2014

Rima Y Fabio

Este relato (incluida la introducción) cumplirá 3 años dentro de un mes exacto. Hoy me lo encontré por mis archivos y me apeteció recuperarlo: 

Después de mucho tiempo, por fin me decido a postear en este blog un relato escrito junto a Julio Muñoz. Él lo ha definido como “locura exquisita”, y yo no podría describirlo mejor.

Últimamente hemos dedicado nuestro tiempo muerto a desvariar por los muros del facebook, junto a otros tuiteros como @oh_Rima. Ayer esta mujerona, en uno de nuestros delirios, tuvo el acierto de hacer el siguiente comentario “Ahora sí, me voy a bañar y a preparar la salsa para unas albóndigas.” Julio la situó inmediatamente dentro del universo Almodóvar y yo no tuve más remedio que seguir el juego.

No es la primera (ni será la última) vez que hemos compartido inspiración, pero sin lugar a dudas, esta vez ha sido la más divertida. Yo nunca había escrito algo así, ni me había parado a pensarlo, pero estoy más que contenta con el resultado; estoy entusiasmada. Espero que os guste tanto como nos ha gustado a nosotros crearlo.

"Dedicado a Rima, Se acabó el Jabón y a Fabio, que aunque sea un personaje dentro de la historia, es real, y fue nuestra musa."

Rima y Fabio



Rima abandona la habitación cansada de la conversación con sus amigas que siguen tiradas en el sofá bebiendo a morro de una litrona. Lleva una pequeña bata de leopardo que no alcanza casi a cubrir sus turgentes senos, unos altos tacones rojos y la cabeza llena de rulos fucsia que le hacen parecer un ama de casa moderna, típica de extrarradio. En su nariz todavía se pueden ver las señales de la noche, cocaína y sangre seca, de fondo, la repetición de Sálvame a todo volumen en la tele, le cuesta vocalizar y nadie la escucha, pero muy digna dice:

-Ahora sí, me voy a bañar y a preparar la salsa para unas albóndigas.

Al entrar en la ducha se da cuenta que hay un travesti meando, lo ignora y  del armarito que guarda todos los antidepresivos conocidos y por conocer saca un cigarro que el travesti se lo enciende sin dejar de mear.

Cuando abre la cortina de la bañera se encuentra a Fabio tirado con las narices llenas de sangre y el sexo todavía erecto de jugar con el travesti, que aún con las bragas amarillas por las rodillas no para de mear. Rima indiferente a la escena apura el cigarro de tres largas caladas y saca el bote de Prozac del armario tomándose tres pastillas de golpe, y con un: -¡Bah! Maricones, abandona el baño y se dirige a la cocina. Pensativa, triste, bien colocada.

En la cocina hay una radio que cuelga de la pared entre la espumadera y el cuchillo jamonero, una radio antigua, un poco destartalada en la que se pueden oír canciones de Parchís y Menudo. Rima empieza a sacar todos los ingredientes para la salsa de las albóndigas y se da cuenta que no tiene el ingrediente principal de éstas, la carne picada. Solo se le ocurre una solución, pedir la carne al matrimonio católico que vive justo encima de ella. Él es guardia civil y ella la puta del barrio, que aunque puta, católica, no tiene una cosa que ver con la otra.


Llama a la puerta y puede escuchar los tacones que se acercan, cuando se abre la puerta, aparece ante sus ojos una mujer escultural enfundada en una microscópica minifalda de plástico rojo y una blusa azul que deja entrever sus enormes pechos.  Al ver a Rima con un gesto rápido y desconcertante se tapa el ojo morado que su marido le ha puesto la noche pasada.

-Pasa Rima, ¿qué haces por aquí?

-¿Está tu marido?

-No, está de guardia, seguro que se la está chupando a su compañero de turno, siempre ha sido un poco maricón.

-Sí, maricón, pero mira como te ha puesto el ojo, hija, siempre estás marcada.

-Ya sabes, me gusta que me pegue un poquito, no es su culpa, soy yo que soy una viciosa.

-¿Tienes carne picada?

-Pues claro que tengo carne picada, y bendita, el otro día, ahora que hablas de carne, se me quedó el cura to’ tieso en la cama. Hija, tan mayor y tan putero, me gustaba porque era de los pocos decentes que nunca violó a un menor, eso sí, lo tenía aquí día sí, día no. Pues nada, un paro cardíaco, y eso que yo para él solo me abro de patas y ahí le dejo que haga lo suyo, que si le doy el ritmo que me entra cuando el Manolo me pega un par de buenas guantás, se hubiese muerto hace veinte polvos. Total, que se me murió aquí mismo, y ya sabes cómo es el Manolo para estas cosas, que si es policía y eso, pues tuve una idea, hija, los tiempos no están para desaprovechar carne. Pues eso, que le descuartizamos en la bañera y congelamos la carne. Ayer me hice unos riñoncitos al Jerez que te pees.

-Pues dámelo, que pare el cerdo que me ronda…

Y dando un espectacular giro a su melena, Rima da la espalda a Violeta y ésta, fijándose en el movimiento de su culo le da un azotito y grita:

-Perra, cada día estás más delgada.

-¿Qué quieres hija? , Éste muy maricón también pero me tiene to’ el día doblá.

-Mándamelo una noche de éstas, que entre el Manolo y yo le dejamos seco, ya sabes lo que me gustan los tríos, y a éste ni te cuento. ¿El tuyo se dejaría pegar?

-Anda chocho, me lo pienso.

Rima, ya en su cocina amasa la carne haciendo pelotas perfectas cuando Fabio entra tambaleándose con una camisa rota de los Ramones y un tanga morado de lentejuelas, la sangre aún emana de su nariz que no soporta más coca y un hilillo blanco resbala por su pierna, casi no puede enfocar y a duras penas llega hasta donde está Rima cocinando, la abraza y ronronea en su cuello. La besa en los morros.

-Hueles a sexo maricón, me estás poniendo el pezón derecho más duro que el izquierdo.

Fabio se sienta en un taburete blanco cojo y empieza a balancearse a grito de “mira lo que me gusta a mí un buen meneo”

-¿Qué estás preparando, cocinera, cocinera? Ay cuando llego a casa…

-Unas albóndigas caseras, carne de cura de primera.

-Y hablando de Rimas, ¿sabes quién es una ramera? Tú prima, la de arriba.

-Ay Fabio, qué obvia eres nena.

-¿No tendrás más coca por aquí? Dice Fabio mientras se rasca el huevo izquierdo.

-Uff, pues no sé, mira entre las especias.

Fabio abre el armario mientras canturrea “Marinero de luces, llegó a la bahía…”

-Uy, no tienes coca, pero hay miles de pastillitas, a mí me daban dos.

Y tragándose dos de golpe, coge una tercera con la lengua y se la ofrece a Rima.

-Ay no, quita Fabio, no puedo con más drogas, sabes que yo soy más de las legales aunque un poco de coca siempre me meto, esas mierdas sintéticas que os metéis no os está haciendo nada bien, anda tira y di a la Topacio que se vista y se largue, no quiero tenerla en esta casa, con un maricón me vale y me sobra.

Fabio, sin saber muy bien dónde se dirige, camina elevado en los altísimos tacones que le ha robado a Rima y se esconde en la habitación que ambos comparten. Abre la caja de las joyas de Rima y de ellas saca una bolsita, una cuchara, algodón y una jeringuilla, ha decidido que las doce de la mañana es buena hora para el primer pico, no antes de llamar a Topacio a gritos para que le ayude con la goma y la erección.

Rima se acuerda que tiene dos amigas bebiendo cerveza en el sofá del salón y decide ir a echarlas a patadas de su casa. No las quiso tener nunca ahí, pero así son las fiestas últimamente, una noche de locura y nuevos compañeros de piso. Sale quitándose el delantal dejando atrás albóndiga y salsa.

-A ver, vosotras dos, pedorras, a la calle con viento fresco que me estáis apestando la casa a coño revenido.

-De aquí no nos vamos.

Ni corta ni perezosa, agarra a la que está callada de los pelos y la tira al suelo. Arrastrándola hasta la puerta mientras la otra coge una de sus piernas y tira de ella hacia el sofá.

-Zorra, no nos puedes echar de tu casa mientras tienes a esa drogadicta riéndote de ti y follándose al monstruo de la Topacio.

-Hago lo que me sale del coño y tú, apestada, fuera de mi casa.

-Uy lo que me ha dicho, putón, que eres un putón enamorado de un maricón, hija puta.

Rima no puede soportar la presión y le lanza un escupitajo en la cara a la vez que encesta una pata en toda la tripa de Sofía. Justo en ese mismo momento se oye a lo lejos un grito de marica trasnochada y aguda al otro lado de la habitación. Rima ayuda a Sofía a levantarse y como si no hubiera pasado nada se acercan lentamente a la habitación de donde viene el grito. Asustadas y con el rímel invadiendo su rostro, abren lentamente la puerta de la habitación,  encontrándose una de las más horribles visiones de su vida.

Topacio se encuentra tirada a los pies de Fabio y no puede parar de llorar, mientras éste está desnudo, inconsciente, con la jeringuilla aún colgando del brazo y la polla erecta.

Topacio en posición fetal reacciona ante la atenta mirada de Rima que escudriña el esperpéntico espectáculo, se gira hacia ellas extendiendo los brazos, pidiendo un abrazo, solo Sofía se acerca y la abraza. Topacio, que con ese aspecto es más él que ella, registra los bolsillos de Sofía en busca de algo que ayude a soportar la situación. Rima se lanza sobre Fabio y lo zarandea intentando hacerlo reaccionar al grito de “mi zorrona, ay mi zorrona viciosa”. Encarna, la otra amiga sigue la escena desde la puerta de la calle pero indiferente las deja con su drama y se vuelve al sofá, sube el volumen de la televisión para no escuchar nada.

(Rima, dando bofetadas a la cara de Fabio)

-Ay Fabio, no puede ser, otra vez no, hija  puta viciosa, vuelve y deja esa sonrisa que me asusta. Y vosotras, se puede saber por qué no estáis llamando a una ambulancia, se nos va, venga llamar.

Encarna hace un gesto de desidia levantando el mando a distancia junto a su dedo corazón, Topacio sigue temblando mientras intenta esnifar los últimos polvos que quedan en la papelina que Sofía sujeta mientras con la otra mano le acaricia la cabeza. Rima, desesperada y viendo que ninguno allí moverá un dedo, se quita la delgada bata que apenas cubre su desnudo cuerpo y se mete en un estrecho vestido rojo de lycra, se calza unos altos tacones negros de Fabio e intenta subirlo el tanga sin poder ya que la erección sigue ahí, vigilando a todos. Nerviosa, camina desesperada por la casa en busca de su bolso, cuando lo encuentra, mete las llaves del coche y se va directa al baño para recargar las pilas con un par de pastillas que coge al azar. Aduras penas, coge a Fabio por la cintura y lo sujeta inconsciente en su hombro. Lo arrastra como puede por el apartamento y lo deja tirado en el ascensor, pulsa el cero y baja corriendo por las escaleras, no quiere que la portera lo encuentre.

En el último tramo de escalera Rima acelerada, se tropieza y lo baja dando vueltas por los escalones, queda tirada boca abajo, rodeada de todos los trastos que lleva en el bolso, incluyendo un vibrador en forma de conejito feliz que se ha quedado vibrando solo sobre el frío mármol.

El ascensor está delante de sus narices, como puede se levanta y observa, dolorida, que le sangran las dos rodillas. Recoge como puede todo lo que tiene a mano mientras se abre la puerta metálica del ascensor, rogando al a virgen del Rocío, la del Pilar y el Cristo del Santo Sepulcro que no aparezca el marujón solterón de la portera. Esta vez es capaz de avisar al casero, aunque a estas alturas debería estar acostumbrada con estos escándalos.

Agarra de los sobacos a Fabio y lo saca del ascensor, deslizándolo por el mármol del suelo. Rigoberta, la portera, que está tomando el aire en la calle los ve salir.

- Ay,ay,ay,ay... todos los días igual, cuando no es una es el otro, o la otra, o lo que sean. Ayayayayayayay.
- Déjese de estupideces vieja bruja y cuide de Fabio mientras arranco el coche. Rima deja el cuerpo de su amigo tirado en la puerta haciendo masa para que no se cierre.
Rigoberta no hace más que llevarse las manos a la cabeza sin parar de quejarse:

-Normal que pasen estas cosas, si es un desviado, en este edificio están todos desviados. Si Franco levantara la cabeza...

-Pues si Franco levantara la cabeza usted y las cuatro putas que tiene guardadas en el sótano estarías en la cárcel, es que no se puede ser más hipócrita, será hija puta la tía, y sujéteme a Fabio, no ves que está desnucado con la acera, y póngale algo en esa nariz que se nos va a desangrar.

Rigoberta entra en la portería y sin saber que coger se dirige al armario del baño, allí encuentra unos tampax de sus chicas, coge uno y mientras vuelve donde Fabio se encuentra tirado, le quita el envoltorio y una vez junto a él se lo introduce a presión en la nariz. Ayuda a Rima a meterlo en el coche y sin saber porqué, se monta en el coche en el asiento del copiloto. Rima conduce frenética por las calles de Madrid, atravesando la Castellana empieza a decirle a Rigoberta que saque algo por la ventanilla, como no encuentra nada, se quita las bragas y las zarandea como si fuesen una bandera blanca. A medio camino del hospital Rigoberta se fija que a Rima con el ajetreo se le ha subido el vestido y no lleva bragas, el calor se apodera de su cuerpo y le es difícil disimular la situación, siempre estuvo enamorada de ella, por eso la ayuda, aunque su deseo es que Fabio muera en la parte de atrás de ese coche. Disimulando se introduce la mano entre la falda y se comienza a masturbar mirando de reojo los muslos desnudos de Rima.

Con los zarandeos del coche, el cuerpo de Fabio va deslizándose hacia abajo y su cabeza acaba apoyada en el suelo del auto entre el asiento de Rima y de Rigoberta.
- Me cago en todos tus putos muertos, facha de mierda - Grita Rima a un Opel corsa con la banderita de España que no la deja pasar en un semáforo - no deja de pitar el claxon en ningún momento mientras la portera va dejando de disimular y empieza a gemir, no puede refrenar el deseo y deja de masturbarse para deslizar la mano sobre el muslo de Rima buscando su coño, seguro que está tan jugoso como siempre se lo ha imaginado.
La conductora que está más pendiente del tráfico que de otra cosa no se da cuenta de la situación hasta que ya la ha metido el dedo hasta el fondo.
- Mírala que guarrilla la portera, por eso andaba siempre subiendo a quejarse de todo a casa, como que quería comérmelo todo... haberlo dicho, que por unos eurillos yo le dejo que me haga lo que quiera. Pero ahora déjese de seducciones y tocamientos que tenemos que llegar al hospital vivas. Mire a Fabio como va, hágame el favor de darse la vuelta y colocarle en su sitio.

A pesar de lo dicho por Rima, Rigoberta sigue masturbándose a sí misma y a una Rima más que receptiva, se deja llevar, entre el movimiento experto de la mano de su portera y que comienza a hacerle efecto las pastillas que tomó antes de salir de casa, se relaja y olvida que está conduciendo. Se retuercen en el asiento, gimen de placer mientras al estirar el cuerpo aprieta más el acelerador. No lo ven venir, están extasiadas, justo cuando las dos se corren a la vez el coche se empotra contra un puesto de churros ambulante. Rima y Rigoberta quedan incrustadas en la luna delantera, llenas de sangre pero con el placer escribiendo su sonrisa.

Todo es silencio hasta que la puerta de atrás del coche se abre, todos los presentes se quedan perplejos al ver bajar a Fabio con el tanga de lentejuelas en las rodilla, cubierto de sangre y la mirada perdida. Hace por recomponerse y alza la cabeza, intentando enfocar algo, intentando comprender. Lo primero que mira es el coche y se asoma por la ventanilla del conductor, ve a las dos mujeres desangrándose con sus cuerpos atravesados por los miles de cristales, alarga el brazo, coge el paquete de Marlboro de la guantera y coloca un cigarro entre sus dedos, se acerca a una mujer que no da crédito y con toda la dignidad posible dice:








-Bonita, ¿no tendrás fuego por ahí?











A lo lejos se puede ver caminar a Fabio con los tacones que le ha cogido a Rima.


Fin



lunes, 3 de marzo de 2014

Reincidencia


Él era muro, ella conducía con los ojos vendados.

Tras el choque despertaba a kilómetros de su abrazo, sobresaltada. Una noche en vela que la recibía sin compañía alguna.

Más café y otra cucharada de azúcar rebosando culpabilidad.

Y otro día que parecía nunca terminar.

Más muros, más volantes y un precipicio sin explorar. Vértigo. Nausea. Otro plato dando vueltas en el microondas.

Sobras recalentadas. Vaya alegoría de sus noches...


Mientras friega los cacharros se da cuenta que ya no cree ni en quizás ni en posibilidades. Son esos sueños de carretera, su realidad.

Ester Sinatxe


jueves, 23 de enero de 2014

Vuelve a irte, pero vuelve.



Vuelve a irte, pero vuelve.


Déjate olvidado un recuerdo y ven a buscarlo cuando me encuentre perdida.
Haz camino al borrar las huellas y recórreme de fin a principio.
Da la vuelta a las manecillas del reloj, que gire el mundo en torno a tu abrazo.


Vuelve a irte, pero quédate cerca.


Déjame desdibujar tu espalda en el horizonte, que mueran las horas a tus pies… que ya se hará de noche otro día.


Vuelve a irte, pero llévame contigo.


Andemos, naveguemos, volemos y naufraguemos en el centro de la ciudad.
Ábrete paso y entremos juntos.


Vuelve.

(Inspirado por un tweet, original de mi antigua cuenta @mismenesteres)


lunes, 20 de enero de 2014

Ponle título


Llevo ya cosa de dos meses dándole vueltas a este post, y es que, sin duda, es el post más especial que he tenido que escribir en lo que llevo de vida bloggera.

Siempre he pensado que escribir solo trae cosas buenas; algo que he comprobado, desde que lanzo mis letras a la red, con todas las alegrías que he recibido a cambio. Pero hay detalles que te marcan más que otros, y éste que os vengo a compartir me ha llenado tanto que me ha desbordado. No exagero; para mí esto es la materialización de una de mis mayores ilusiones.

A finales de noviembre, uno de los más grandes tuiteros que desfilan por mi TL, @tabsgreen, me mandó un mensaje diciéndome que había compuesto una canción basándose en mis tuits. Yo que he aprendido más de poesía con la canción de autor que con los libros, pero que carezco de toda aptitud musical, vi un sueño hecho realidad en esas palabras.

No creo que haya mejor manera de presentaros este tema (después de darle mil vueltas a cómo hacerlo) que con un enorme y directo GRACIAS, TABS, por nuestra canción.

Tabs, me pediste que fuera yo la que le pusiera título, y me ha resultado casi tan difícil como escribir este post... así aque también tiraré de la sencillez para esto. La canción se titula "Tantas alas de ti"

(Seguro que encontráis más de una referencia a la canción de autor que tanto me influye a la hora de escribir, y me encanta que sea algo que haya quedado reflejado en este maravilloso tema)

Os dejo con el audio (grabado con el móvil)



Y con la letra, para que se entienda mejor.

Llámame por mi nombre Quémame por la piel
Estas ganas de verte ya no me dejan ver
Es tarde para dejar que mañana llegue
Te leo entre las líneas que surcan por mis manos
En tu universo nunca sobra espacio
Hace muchos tropiezos que no caminamos
A este lado del mar hay un eco
De este deseo de desayunarte a besos
Me quema el tiempo mientras te espero
Tener tantas alas de ti vuelan mi cuerpo
El mundo sólo se hace habitable en tu abrazo
Hace que no te leo mil hojas en blanco
Si te dejaras liar te fumaba los labios
Tengo la piel en braille La carne de canción
Y un nudo en la garganta que a tu cama me ata
Y ganas de beberte que dejan resaca
A este lado del mar hay un eco
De este deseo de desayunarte a besos
Me quema el tiempo mientras te espero
Tener tantas alas de ti vuelan mi cuerpo

Esta canción está sacada de los tweets de @estersinatxe
Compuesta por @tabsgreen 20/11/2013.