miércoles, 23 de abril de 2014

Rima Y Fabio

Este relato (incluida la introducción) cumplirá 3 años dentro de un mes exacto. Hoy me lo encontré por mis archivos y me apeteció recuperarlo: 

Después de mucho tiempo, por fin me decido a postear en este blog un relato escrito junto a Julio Muñoz. Él lo ha definido como “locura exquisita”, y yo no podría describirlo mejor.

Últimamente hemos dedicado nuestro tiempo muerto a desvariar por los muros del facebook, junto a otros tuiteros como @oh_Rima. Ayer esta mujerona, en uno de nuestros delirios, tuvo el acierto de hacer el siguiente comentario “Ahora sí, me voy a bañar y a preparar la salsa para unas albóndigas.” Julio la situó inmediatamente dentro del universo Almodóvar y yo no tuve más remedio que seguir el juego.

No es la primera (ni será la última) vez que hemos compartido inspiración, pero sin lugar a dudas, esta vez ha sido la más divertida. Yo nunca había escrito algo así, ni me había parado a pensarlo, pero estoy más que contenta con el resultado; estoy entusiasmada. Espero que os guste tanto como nos ha gustado a nosotros crearlo.

"Dedicado a Rima, Se acabó el Jabón y a Fabio, que aunque sea un personaje dentro de la historia, es real, y fue nuestra musa."

Rima y Fabio



Rima abandona la habitación cansada de la conversación con sus amigas que siguen tiradas en el sofá bebiendo a morro de una litrona. Lleva una pequeña bata de leopardo que no alcanza casi a cubrir sus turgentes senos, unos altos tacones rojos y la cabeza llena de rulos fucsia que le hacen parecer un ama de casa moderna, típica de extrarradio. En su nariz todavía se pueden ver las señales de la noche, cocaína y sangre seca, de fondo, la repetición de Sálvame a todo volumen en la tele, le cuesta vocalizar y nadie la escucha, pero muy digna dice:

-Ahora sí, me voy a bañar y a preparar la salsa para unas albóndigas.

Al entrar en la ducha se da cuenta que hay un travesti meando, lo ignora y  del armarito que guarda todos los antidepresivos conocidos y por conocer saca un cigarro que el travesti se lo enciende sin dejar de mear.

Cuando abre la cortina de la bañera se encuentra a Fabio tirado con las narices llenas de sangre y el sexo todavía erecto de jugar con el travesti, que aún con las bragas amarillas por las rodillas no para de mear. Rima indiferente a la escena apura el cigarro de tres largas caladas y saca el bote de Prozac del armario tomándose tres pastillas de golpe, y con un: -¡Bah! Maricones, abandona el baño y se dirige a la cocina. Pensativa, triste, bien colocada.

En la cocina hay una radio que cuelga de la pared entre la espumadera y el cuchillo jamonero, una radio antigua, un poco destartalada en la que se pueden oír canciones de Parchís y Menudo. Rima empieza a sacar todos los ingredientes para la salsa de las albóndigas y se da cuenta que no tiene el ingrediente principal de éstas, la carne picada. Solo se le ocurre una solución, pedir la carne al matrimonio católico que vive justo encima de ella. Él es guardia civil y ella la puta del barrio, que aunque puta, católica, no tiene una cosa que ver con la otra.


Llama a la puerta y puede escuchar los tacones que se acercan, cuando se abre la puerta, aparece ante sus ojos una mujer escultural enfundada en una microscópica minifalda de plástico rojo y una blusa azul que deja entrever sus enormes pechos.  Al ver a Rima con un gesto rápido y desconcertante se tapa el ojo morado que su marido le ha puesto la noche pasada.

-Pasa Rima, ¿qué haces por aquí?

-¿Está tu marido?

-No, está de guardia, seguro que se la está chupando a su compañero de turno, siempre ha sido un poco maricón.

-Sí, maricón, pero mira como te ha puesto el ojo, hija, siempre estás marcada.

-Ya sabes, me gusta que me pegue un poquito, no es su culpa, soy yo que soy una viciosa.

-¿Tienes carne picada?

-Pues claro que tengo carne picada, y bendita, el otro día, ahora que hablas de carne, se me quedó el cura to’ tieso en la cama. Hija, tan mayor y tan putero, me gustaba porque era de los pocos decentes que nunca violó a un menor, eso sí, lo tenía aquí día sí, día no. Pues nada, un paro cardíaco, y eso que yo para él solo me abro de patas y ahí le dejo que haga lo suyo, que si le doy el ritmo que me entra cuando el Manolo me pega un par de buenas guantás, se hubiese muerto hace veinte polvos. Total, que se me murió aquí mismo, y ya sabes cómo es el Manolo para estas cosas, que si es policía y eso, pues tuve una idea, hija, los tiempos no están para desaprovechar carne. Pues eso, que le descuartizamos en la bañera y congelamos la carne. Ayer me hice unos riñoncitos al Jerez que te pees.

-Pues dámelo, que pare el cerdo que me ronda…

Y dando un espectacular giro a su melena, Rima da la espalda a Violeta y ésta, fijándose en el movimiento de su culo le da un azotito y grita:

-Perra, cada día estás más delgada.

-¿Qué quieres hija? , Éste muy maricón también pero me tiene to’ el día doblá.

-Mándamelo una noche de éstas, que entre el Manolo y yo le dejamos seco, ya sabes lo que me gustan los tríos, y a éste ni te cuento. ¿El tuyo se dejaría pegar?

-Anda chocho, me lo pienso.

Rima, ya en su cocina amasa la carne haciendo pelotas perfectas cuando Fabio entra tambaleándose con una camisa rota de los Ramones y un tanga morado de lentejuelas, la sangre aún emana de su nariz que no soporta más coca y un hilillo blanco resbala por su pierna, casi no puede enfocar y a duras penas llega hasta donde está Rima cocinando, la abraza y ronronea en su cuello. La besa en los morros.

-Hueles a sexo maricón, me estás poniendo el pezón derecho más duro que el izquierdo.

Fabio se sienta en un taburete blanco cojo y empieza a balancearse a grito de “mira lo que me gusta a mí un buen meneo”

-¿Qué estás preparando, cocinera, cocinera? Ay cuando llego a casa…

-Unas albóndigas caseras, carne de cura de primera.

-Y hablando de Rimas, ¿sabes quién es una ramera? Tú prima, la de arriba.

-Ay Fabio, qué obvia eres nena.

-¿No tendrás más coca por aquí? Dice Fabio mientras se rasca el huevo izquierdo.

-Uff, pues no sé, mira entre las especias.

Fabio abre el armario mientras canturrea “Marinero de luces, llegó a la bahía…”

-Uy, no tienes coca, pero hay miles de pastillitas, a mí me daban dos.

Y tragándose dos de golpe, coge una tercera con la lengua y se la ofrece a Rima.

-Ay no, quita Fabio, no puedo con más drogas, sabes que yo soy más de las legales aunque un poco de coca siempre me meto, esas mierdas sintéticas que os metéis no os está haciendo nada bien, anda tira y di a la Topacio que se vista y se largue, no quiero tenerla en esta casa, con un maricón me vale y me sobra.

Fabio, sin saber muy bien dónde se dirige, camina elevado en los altísimos tacones que le ha robado a Rima y se esconde en la habitación que ambos comparten. Abre la caja de las joyas de Rima y de ellas saca una bolsita, una cuchara, algodón y una jeringuilla, ha decidido que las doce de la mañana es buena hora para el primer pico, no antes de llamar a Topacio a gritos para que le ayude con la goma y la erección.

Rima se acuerda que tiene dos amigas bebiendo cerveza en el sofá del salón y decide ir a echarlas a patadas de su casa. No las quiso tener nunca ahí, pero así son las fiestas últimamente, una noche de locura y nuevos compañeros de piso. Sale quitándose el delantal dejando atrás albóndiga y salsa.

-A ver, vosotras dos, pedorras, a la calle con viento fresco que me estáis apestando la casa a coño revenido.

-De aquí no nos vamos.

Ni corta ni perezosa, agarra a la que está callada de los pelos y la tira al suelo. Arrastrándola hasta la puerta mientras la otra coge una de sus piernas y tira de ella hacia el sofá.

-Zorra, no nos puedes echar de tu casa mientras tienes a esa drogadicta riéndote de ti y follándose al monstruo de la Topacio.

-Hago lo que me sale del coño y tú, apestada, fuera de mi casa.

-Uy lo que me ha dicho, putón, que eres un putón enamorado de un maricón, hija puta.

Rima no puede soportar la presión y le lanza un escupitajo en la cara a la vez que encesta una pata en toda la tripa de Sofía. Justo en ese mismo momento se oye a lo lejos un grito de marica trasnochada y aguda al otro lado de la habitación. Rima ayuda a Sofía a levantarse y como si no hubiera pasado nada se acercan lentamente a la habitación de donde viene el grito. Asustadas y con el rímel invadiendo su rostro, abren lentamente la puerta de la habitación,  encontrándose una de las más horribles visiones de su vida.

Topacio se encuentra tirada a los pies de Fabio y no puede parar de llorar, mientras éste está desnudo, inconsciente, con la jeringuilla aún colgando del brazo y la polla erecta.

Topacio en posición fetal reacciona ante la atenta mirada de Rima que escudriña el esperpéntico espectáculo, se gira hacia ellas extendiendo los brazos, pidiendo un abrazo, solo Sofía se acerca y la abraza. Topacio, que con ese aspecto es más él que ella, registra los bolsillos de Sofía en busca de algo que ayude a soportar la situación. Rima se lanza sobre Fabio y lo zarandea intentando hacerlo reaccionar al grito de “mi zorrona, ay mi zorrona viciosa”. Encarna, la otra amiga sigue la escena desde la puerta de la calle pero indiferente las deja con su drama y se vuelve al sofá, sube el volumen de la televisión para no escuchar nada.

(Rima, dando bofetadas a la cara de Fabio)

-Ay Fabio, no puede ser, otra vez no, hija  puta viciosa, vuelve y deja esa sonrisa que me asusta. Y vosotras, se puede saber por qué no estáis llamando a una ambulancia, se nos va, venga llamar.

Encarna hace un gesto de desidia levantando el mando a distancia junto a su dedo corazón, Topacio sigue temblando mientras intenta esnifar los últimos polvos que quedan en la papelina que Sofía sujeta mientras con la otra mano le acaricia la cabeza. Rima, desesperada y viendo que ninguno allí moverá un dedo, se quita la delgada bata que apenas cubre su desnudo cuerpo y se mete en un estrecho vestido rojo de lycra, se calza unos altos tacones negros de Fabio e intenta subirlo el tanga sin poder ya que la erección sigue ahí, vigilando a todos. Nerviosa, camina desesperada por la casa en busca de su bolso, cuando lo encuentra, mete las llaves del coche y se va directa al baño para recargar las pilas con un par de pastillas que coge al azar. Aduras penas, coge a Fabio por la cintura y lo sujeta inconsciente en su hombro. Lo arrastra como puede por el apartamento y lo deja tirado en el ascensor, pulsa el cero y baja corriendo por las escaleras, no quiere que la portera lo encuentre.

En el último tramo de escalera Rima acelerada, se tropieza y lo baja dando vueltas por los escalones, queda tirada boca abajo, rodeada de todos los trastos que lleva en el bolso, incluyendo un vibrador en forma de conejito feliz que se ha quedado vibrando solo sobre el frío mármol.

El ascensor está delante de sus narices, como puede se levanta y observa, dolorida, que le sangran las dos rodillas. Recoge como puede todo lo que tiene a mano mientras se abre la puerta metálica del ascensor, rogando al a virgen del Rocío, la del Pilar y el Cristo del Santo Sepulcro que no aparezca el marujón solterón de la portera. Esta vez es capaz de avisar al casero, aunque a estas alturas debería estar acostumbrada con estos escándalos.

Agarra de los sobacos a Fabio y lo saca del ascensor, deslizándolo por el mármol del suelo. Rigoberta, la portera, que está tomando el aire en la calle los ve salir.

- Ay,ay,ay,ay... todos los días igual, cuando no es una es el otro, o la otra, o lo que sean. Ayayayayayayay.
- Déjese de estupideces vieja bruja y cuide de Fabio mientras arranco el coche. Rima deja el cuerpo de su amigo tirado en la puerta haciendo masa para que no se cierre.
Rigoberta no hace más que llevarse las manos a la cabeza sin parar de quejarse:

-Normal que pasen estas cosas, si es un desviado, en este edificio están todos desviados. Si Franco levantara la cabeza...

-Pues si Franco levantara la cabeza usted y las cuatro putas que tiene guardadas en el sótano estarías en la cárcel, es que no se puede ser más hipócrita, será hija puta la tía, y sujéteme a Fabio, no ves que está desnucado con la acera, y póngale algo en esa nariz que se nos va a desangrar.

Rigoberta entra en la portería y sin saber que coger se dirige al armario del baño, allí encuentra unos tampax de sus chicas, coge uno y mientras vuelve donde Fabio se encuentra tirado, le quita el envoltorio y una vez junto a él se lo introduce a presión en la nariz. Ayuda a Rima a meterlo en el coche y sin saber porqué, se monta en el coche en el asiento del copiloto. Rima conduce frenética por las calles de Madrid, atravesando la Castellana empieza a decirle a Rigoberta que saque algo por la ventanilla, como no encuentra nada, se quita las bragas y las zarandea como si fuesen una bandera blanca. A medio camino del hospital Rigoberta se fija que a Rima con el ajetreo se le ha subido el vestido y no lleva bragas, el calor se apodera de su cuerpo y le es difícil disimular la situación, siempre estuvo enamorada de ella, por eso la ayuda, aunque su deseo es que Fabio muera en la parte de atrás de ese coche. Disimulando se introduce la mano entre la falda y se comienza a masturbar mirando de reojo los muslos desnudos de Rima.

Con los zarandeos del coche, el cuerpo de Fabio va deslizándose hacia abajo y su cabeza acaba apoyada en el suelo del auto entre el asiento de Rima y de Rigoberta.
- Me cago en todos tus putos muertos, facha de mierda - Grita Rima a un Opel corsa con la banderita de España que no la deja pasar en un semáforo - no deja de pitar el claxon en ningún momento mientras la portera va dejando de disimular y empieza a gemir, no puede refrenar el deseo y deja de masturbarse para deslizar la mano sobre el muslo de Rima buscando su coño, seguro que está tan jugoso como siempre se lo ha imaginado.
La conductora que está más pendiente del tráfico que de otra cosa no se da cuenta de la situación hasta que ya la ha metido el dedo hasta el fondo.
- Mírala que guarrilla la portera, por eso andaba siempre subiendo a quejarse de todo a casa, como que quería comérmelo todo... haberlo dicho, que por unos eurillos yo le dejo que me haga lo que quiera. Pero ahora déjese de seducciones y tocamientos que tenemos que llegar al hospital vivas. Mire a Fabio como va, hágame el favor de darse la vuelta y colocarle en su sitio.

A pesar de lo dicho por Rima, Rigoberta sigue masturbándose a sí misma y a una Rima más que receptiva, se deja llevar, entre el movimiento experto de la mano de su portera y que comienza a hacerle efecto las pastillas que tomó antes de salir de casa, se relaja y olvida que está conduciendo. Se retuercen en el asiento, gimen de placer mientras al estirar el cuerpo aprieta más el acelerador. No lo ven venir, están extasiadas, justo cuando las dos se corren a la vez el coche se empotra contra un puesto de churros ambulante. Rima y Rigoberta quedan incrustadas en la luna delantera, llenas de sangre pero con el placer escribiendo su sonrisa.

Todo es silencio hasta que la puerta de atrás del coche se abre, todos los presentes se quedan perplejos al ver bajar a Fabio con el tanga de lentejuelas en las rodilla, cubierto de sangre y la mirada perdida. Hace por recomponerse y alza la cabeza, intentando enfocar algo, intentando comprender. Lo primero que mira es el coche y se asoma por la ventanilla del conductor, ve a las dos mujeres desangrándose con sus cuerpos atravesados por los miles de cristales, alarga el brazo, coge el paquete de Marlboro de la guantera y coloca un cigarro entre sus dedos, se acerca a una mujer que no da crédito y con toda la dignidad posible dice:








-Bonita, ¿no tendrás fuego por ahí?











A lo lejos se puede ver caminar a Fabio con los tacones que le ha cogido a Rima.


Fin



2 comentarios:

  1. Bueno, bueno. Menuda imaginación y soltura para describir tantos detalles. He vivido toda la historia como si de una película se tratara. He experimentado muchos sentimientos distintos durante la lectura. He pasado de la risa al asombro, del asombro a la incredulidad y de nuevo a la sonrisa. Hay un humor bastante ácido en toda la historia tan crudo como la misma realidad que mostráis.
    Me ha gustado. besos a los dos.

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    1. ¡Muchas gracias, reina! Genial que lo hayas vivido!! :D
      En esta época de sequía no me queda otra que tirar de cosas algo antiguas... y de verdad que disfruté mucho escribiéndolo con Julito ;)

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