Estas musas que gustan de verme hundida, traen de visita con ellas todas las dudas que fueron certezas.
Certezas. Cortezas del árbol caído con el que hicimos leña sin remordimientos.
Certezas que una vez nos arrancamos de la piel para dejar ver de qué están hechos los miedos.
Certezas que se diluyen como un té de corteza de sauce.
Así
duda a duda, las musas construyen una deforme silueta de la que fue
aquella primera risa de bebé, que al romperse dio vida a las hadas.
Y
ahora resuena una carcajada sin dueño, un eco vacío que golpea mi
espalda obligándome a escribir.
Triste parodia. Triste desfiguración.
Pasen y vean el grotesco carnaval de la inspiración; los ciegos pagan el doble.
Ester Sinatxe
(12-11-2015)
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