A Patricia
Primero: Dibújate un
interrogante en los labios a juego con tu blanca incredulidad.
Segundo: Aviva los recuerdos
buscando el último cruce de caminos en el que fingiste tener más prisa que tiempo
y tiraste la promesa de un café dos papeleras después.
Tercero: Cálzate la culpa y
dirígete, al compás de vuestra banda sonora, al pie de una escalera a su cielo…
que se derrumbará ante tu impertinente falta de fe.
Cuarto: Pasa horas
desenterrando fotos del fondo de las carpetas olvidadas, en un rincón enmarañado
de tu memoria externa.
Quinto: Ten cuidado de no
resbalar bajo la lluvia de despedidas que inundan su perfil bueno en las redes, en las que también erais asociales.
Sexto: Coge el interrogante
de tus labios y úsalo para colgar alguna de esas fotos desenterradas en su muro
(o en el tuyo) y márcala con algún verso que os pueda etiquetar juntas en un
intento de perdurar justo en el punto final.
Séptimo: Cae en la cuenta de
que ninguno de estos pasos no te ha servido absolutamente para nada y…
LLORA, JODER, LLORA.
Y mira como del charco que se
va acumulando en tus manos florecen todos los momentos compartidos enredándose en
las hojas del diario en las que incrustaste su nombre
Y LLORA, JODER, LLORA para
regarlas y que no se marchiten nunca.
Para qué coño quieres
despedirte de alguien a quien ya no saludas si puedes sonreírle a su fantasma y
coger carrerilla para saltar a los brazos de todos los que siguen vivos.